9.30.2013

NO tomar los colores de las camisetas como uniformes de batalla

Lo cierto del caso es que en casi todos los escenarios deportivos de Colombia se observan verdaderas batallas campales entre los seguidores de los equipos de fútbol. ¡Y ocurren dentro y fuera del estadio!.
Son espectáculos grotescos que traen consigo drásticas decisiones para la divisa local y, por supuesto, generan la vergüenza nacional por ese tipo de situaciones.
Y lo anterior sin contar que durante un determinado tiempo y espacio se presentan grescas y actos bochornosos que no sólo arremeten contra la vida de los seguidores del futbol, sino que también someten en su accionar a establecimientos públicos, vehículos del transporte público de personas, y contra todo lo que a su afanado paso encuentran.
Pudiéramos decir y sin temor a equivocaciones, que en el tema de las agresiones entre hinchas y barras seguidoras de equipos del futbol profesional colombiano, hay mucho de culpa en los dirigentes deportivos, en especial de los clubes quienes asumiendo un papel paternal, acceden al ingreso de estas barras sin costo alguno a los estadios de Colombia, les brindan una serie de prebendas para que acompañen sus equipos preferidos, a fin de demostrar grandeza y masiva asistencia de hinchas a los encuentros futboleros; en otros casos los alcaldes y gobernadores que han dejado coger tanta larga a este tema y no son capaces de asumir una posición de responsabilidad y de rechazo a estas vandálicas acciones, armándose de las herramientas entregadas por la Constitución Política de Colombia, y optan por entregarse de rodillas a quienes manejan las riendas del futbol en este país a costa de muertes de gente que ni siquiera se imaginaría que ponerse la camiseta o la gorra de su equipo preferido les costaría la muerte.
En Colombia no podemos permitir más violencia en los estadios y escenarios deportivos, bajo la complacencia de un gobierno que se muestra incapaz de direccionar lo que se le entregó para que lo administrara.
En un tiempo se pensó que las redes de la mafia colombiana a más de permear este deporte como lo hicieron con sus nubes de dinero, serían quienes conllevarían a los estragos que hoy estamos afrontando y poniendo vidas indefensas para saciar la ansiedad de quienes se creen los todopoderosos; pero no fue asi, por fortuna, esta columna de la delincuencia no permitió que a los estadios llegara esta ola de maldad y violencia, la cual, tal pareciera es aplaudida por un gobierno  que sigue demostrando su ineptitud, ahí está la prueba de lo que a gritos reclaman los colombianos: Justicia, menos impunidad.
Pero sólo bastó que el Alto Consejero presidencial para la Paz y la Convivencia anunciara que se debe replantear el futbol en Colombia, para que con un tono bastante enérgico, el Presidente de la Dimayor, Ramón Jesurun, rechazara la propuesta de Francisco José Lloreda, porque se le acaba a él y a los tribunos del futbol esa teta tan grande de la que obtienen jugosos dividendos.
En buen momento los jugadores de la Selección Colombia de Fútbol hacen un llamado de conciencia y reflexión sobre la visión y el verdadero papel del fútbol en nuestra sociedad. Los tristes acontecimientos de violencia que se han presentado en las últimas semanas en varias ciudades del país van en contravía con la función social del deporte y con el gran esfuerzo de miles de colombianos que al igual que ellos ven en esta actividad una oportunidad para disfrutar y mostrar la cara positiva de Colombia.
Con valor, sacrificio, trabajo en equipo, tolerancia, juego limpio y disciplina, día a día vemos como el fútbol puede sacar adelante los sueños de muchos y entregar la mayor sonrisa a una nación. Los campos para el deporte y todo su entorno deben ser espacios que convoquen a la familia en un entorno de alegría y sana convivencia.
Es hora de cambiar de actitud y no tomar los colores de las camisetas como uniformes de batalla. No queremos más violencia en las calles y menos en el fútbol. Vamos a hacer de este deporte una herramienta para la consolidación de la paz y la tolerancia de todos los colombianos.