11.27.2012

El clamor y dolor de Patria de los isleños al perder territorio


El 19 de Noviembre, fue un día que cambió nuestra historia. Como Sanandresanos y Providéncianos, quedamos impávidos ante el espanto de una pesadilla de la que no podremos despertar. No podemos creer el horror de un veredicto que nos encerró en nuestro propio mar y que pasó a ser propiedad de otros.
En medio de un mar de debates e interpretaciones en el que algunos juristas colombianos han expresado las razones por las cuales se debe o no acoger el fallo, no deja de causar mucha molestia, las “soluciones” o plan de contingencia sugeridos por el gobierno nacional y que a nuestro modo de ver, simplemente son pañitos de agua tibia para apaciguar los ánimos, el descontento general y la sensación de abandono estatal.
Si hacemos una retrospectiva rápida, las declaraciones del Presidente Santos, respecto a un “nuevo plan”, coinciden con la idea de otro plan que surgió como consecuencia de la declarada apertura económica de 1991, en el cual nuestro paraíso dejó de ser puerto libre, para insertarse en el mercado global y empezar a depender del turismo como principal actividad económica. En ese momento se  dijo a los isleños: “deben asumir la apertura económica y empezar a vivir del turismo, pues el puerto libre, como modelo, se agotó”. Pero… eso no es todo. A raíz de la condición archipielágica que le otorgó la declaratoria de Reserva de Biosfera Seaflower, la difícil situación de sus habitantes y las políticas de acción afirmativa que cobijan a los raizales de las islas, se generaron un sinnúmero de pactos, cartas compromiso y planes, en los cuales se hicieron muchas promesas que poco se han cumplido hasta hoy. Y que aún resta un amplio catálogo de acciones estatales por implantar, como la creación de un centro de convenciones, la extensión del aeropuerto, por ejemplo, son evidencias de ello.
Desafortunadamente, las fórmulas, las promesas y compromisos señalados por presidencia, no reparan la pérdida de más del 60% de nuestro patrimonio natural. Los esfuerzos realizados tanto de autoridades ambientales nacionales y locales, como de la sociedad civil, para evitar que las pretensiones de exploración y explotación petrolera tuvieran efecto, hoy son irrelevantes. Tal y como han señalado algunos titulares de periódicos nacionales, a Nicaragua le acaban de regalar la gallinita de los huevos de oro y ya empezó a ofertar el espacio marítimo ganado. 
Hemos convivido con nuestros problemas, hemos luchado en medio de nuestras posibilidades, hemos resistido incluso las imposiciones de las políticas nacionales que poco han sabido interpretar las particularidades de nuestra región. Y ahora, qué más tendremos que soportar?
El Estado colombiano no puede ignorar el sentimiento y la autodeterminación de un pueblo que hizo su adhesión voluntaria a una patria que poco nos conoce y que hoy, bajo repentinos ataques de dolor y nacionalismo, se pregunta si lo que perdimos en mar territorial fue significativo.
Con el sentimiento de impotencia y tristeza que embarga a los colombianos, nos resistimos a acoger la providencia de una instancia internacional a la cual Colombia en representación de los naturales del Archipiélago, reconoció su competencia. Por eso, con la rabia en el corazón, la invitación es  a todos los paisanos, residentes y extranjeros, a desconocer el fallo de la CIJ y entablar las acciones de protesta y movilización necesarias, para que nuestras voces retumben en la sala de una corte que no quiso escuchar a los sanandresanos y providencianos.

11.19.2012

¿Dónde quedaron las tradiciones de Navidad?


En Colombia, el inicio de la celebración de Navidad se hace oficial con la noche de las velitas, que se lleva a cabo el 7 de Diciembre, víspera de la fiesta religiosa de la Inmaculada Concepción de María. En esta fecha, las familias se reunían para encender una gran cantidad de velas o faroles en frente de las casas y, de esta forma, trazar el camino para que la Virgen María bendijera sus hogares.
Durante la noche de las velitas, los espectáculos pirotécnicos creaban una fiesta de colores en el cielo. Además, las calles se llenaban de luces y los alumbrados más famosos de ciudades como Bogotá, Medellín y Cali, creaban una fiesta de colores en la noche, con espectáculos pirotécnicos que atraían visitantes de todas las regiones del país y del mundo.
La Navidad en Colombia era una gran fiesta, tiempo de recogimiento y unión familiar; época especial para expresar cariño, compartir con los amigos y, por supuesto, rezar la Novena de Aguinaldos, congregados alrededor del Pesebre y el Árbol de Navidad; los colombianos rezaban multitudinariamente, cantaban villancicos, disfrutaban la alegría de las fiestas decembrinas y compartían con los más pequeños el mensaje del nacimiento del Niño Dios.
En estos encuentros se ofrecían bocadillos, postres y preparaciones culinarias como natilla y buñuelos y, en ocasiones, se festejaba hasta el amanecer al ritmo de salsa, merengue, cumbia, vallenato y otros ritmos propios de las fiestas colombianas.
En Colombia se celebraban “Los Aguinaldos”, que consisten en juegos que se practican entre el 16 y 24 de Diciembre. Son diversos juegos como “tres pies”, en el cual si uno está de pie y se descuida, viene el oponente y le pone su pie en medio de los pies de uno y a la vez grita “tres pies, mis aguinaldos”; hay que pagar lo que uno haya apostado, generalmente es una suma ínfima, o un dulce, o algo muy sencillo. Hay otros juegos como: “Pajita en boca”, que consiste en que uno debe tener siempre algo en la boca; el “Dar y no Recibir”, que consiste en que el oponente está todo el tiempo tratando de darle a uno algo y si uno lo recibe, el oponente le dice “mis aguinaldos”, y uno tiene que pagar. El “sí y el no” , que consiste en que cuando le pregunten cualquier cosa siempre debe contestar “si” o “no” dependiendo de lo que haya escogido contestar, y hay muchos más.
Son juegos muy simples con los cuales se divertían tanto chicos como grandes.
Pero al paso del tiempo, la mal llamada “Modernidad” de nuestros sucesores, al afán por las cosas, el poco, o mejor, nada de tiempo que los padres de familia dedican a sus hijos durante estas festividades por dedicarlas al placer de las rumbas, el licor, entre otras actividades, el mercado cambiante, ha dado pie a que estas bellas y emotivas tradiciones de fin de año tiendan a quedar en el baúl de los recuerdos, generando la perdida de nuestra identidad, el arraigo.
Es allí donde prima el sentido común de las familias en mantener vigentes estas tradiciones, sin importar que las luces del Pesebre sean modernas, que las del balcón sean las mangueras luminosas; por fortuna en muchos hogares bugueños, a pesar de todos estos cambios, no se ha perdido la voluntad colectiva de reunirnos en familia, de estar felices y hacer felices a los demás. La Navidad sigue siendo esa época mágica donde se recuerda a los seres queridos, se comparte, se agradece a Dios por los bienes recibidos y se le pide por el año próximo a comenzar.

11.06.2012

Las chimeneas rodantes, el drama de las ciudades contaminadas


Llegó la hora de poner freno a las chimeneas ambulantes. En todo el mundo se ha desatado una gran cruzada, impulsada por ecólogos que reclaman de sus gobiernos una gestión ambiental para detener la marcha de vehículos altamente contaminantes. La propuesta surgió del Encuentro de Ciudades, celebrado en el Colegio Verde de Villa de Leiva, al cual asistieron delegaciones de Latinoamérica y Europa.
Funcionarios y ecólogos analizaron, por primera vez a alto nivel, el problema de contaminación de las ciudades. Trataron de detectar causas de lo que ocurre en ciudades y municipios de América y Europa, donde el alto grado de polución ha colocado en grave riesgo la salud humana y ha tenido profunda incidencia en fenómenos como el calentamiento de la Tierra.
Los expertos sostienen que la creciente artificialización de la naturaleza, por la acción transformadora del hombre, requiere un urgente replanteo. Ese proceso se palpa más en las ciudades, donde el uso irracional de los recursos, los problemas derivados de la pobreza y las condiciones generales de vida hacen aún más crítica la realidad ambiental.
Las partículas en suspensión que se derivan de las grandes industrias y enrarecen la atmósfera, los residuos sólidos y líquidos que enturbian y contaminan las aguas, no son en las ciudades las principales causas de contaminación: son los automotores.
Estas fuentes móviles de contaminación generalizan el problema ambiental en las ciudades del mundo. Las razones son varias. En primer lugar, el aumento progresivo en el número de vehículos que recorren las calles, el incremento en el consumo de hidrocarburos, la falta de mantenimiento de los carros y la falta de normatividad de los gobiernos frente a este problema.
Salvo lo que viene haciendo Chile, que ha determinado la revisión de vehículos dos veces al año con el fin de contrarrestar la contaminación proveniente de esas fuentes móviles, ningún otro país en el mundo está trabajando en ese sentido.
Incluso en países como Colombia, no hay normas que regulen o sancionen el tránsito de automotores altamente contaminantes. En las grandes ciudades colombianas, es normal ver buses, camiones o automóviles convertidos en auténticas chimeneas que deterioran el medio ambiente.
Los ecólogos, altamente preocupados por la situación, consideraron la posibilidad de concientizar a conductores y propietarios de vehículos. También pidieron la creación de un fondo en las Naciones Unidas, similar al creado recientemente por el Banco Mundial, dirigido a ayudar a las ciudades y municipios más afectados por la contaminación.
De ahí que el municipio debe tenerse como el centro vital de la democracia y al ciudadano como célula básica de la vida social. 
Que la justicia social y la equidad deben ser las directrices de la gestión ambiental municipal. 
Que en el fortalecimiento del poder local y de la responsabilidad ciudadana se apoya la real participación democrática, necesaria para el desarrollo sostenible. 
Que la propuesta de gestión ambiental orientada hacia ese desarrollo se obliga a consultar las necesidades y aspiraciones de la comunidad. 
Que ningún proyecto de futuro puede prescindir del reconocimiento de la sabiduría tradicional ni de la apropiación de los beneficios del saber contemporáneo. 
Que la verdadera cooperación internacional se fundamenta en el diálogo entre iguales, donde el mutuo aprendizaje es la base del desarrollo.