1.27.2014

La iglesia y su influencia en la política colombiana

Todo comenzó en el año de 1839, cuando se decidió suprimir algunos monasterios de Pasto, ciudad capital de la provincia del sur que limitaba con el Ecuador, disposición que fue emitida por medio de la Ley de 1821 en concordancia con la ley canónica que establecía que cualquier monasterio con menos de ocho religiosos sería suprimido y sus bienes destinados a fines similares. Esta medida estaba apoyada por la jerarquía eclesiástica debido, en gran parte, a la necesidad de suprimir los conventos, que otrora habían pertenecido a la Arquidiócesis de Quito, situación propicia para solidificar las fronteras tanto civiles como eclesiásticas. Los pastusos eran el grupo social más tradicional en Colombia y frente a este hecho la guerra de los conventos estalló. 
Para apaciguar este enfrentamiento, Monseñor Mosquera ordenó que ningún prelado participara en la revolución y en caso contrario sería suspendido. De igual modo, informó a los pastusos que gran parte de los bienes de los conventos que habían sido suprimidos se destinarían al seminario diocesano. Pero las explicaciones no fueron escuchadas y se aprovechó la coyuntura política para atacar el gobierno de Márquez, apoyado por los independentistas José María Obando y Tomás Cipriano de Mosquera; el primero candidato presidencial de los liberales, de este modo, lo confirmaba como un caudillo entre los pastusos, sedición que fue aplacada por el general Pedro Alcántara Herrán en Buesaco en agosto de 1839. Esta discordia donde participó activamente la iglesia neogranadina, provocó una guerra civil. Si la rebelión de los conventos hubiera terminado en Buesaco, ni el Arzobispo Mosquera ni la Iglesia se hubieran visto comprometidos. “Infortunadamente para Mosquera, para la Iglesia y para Colombia, la rebelión condujo rápidamente a una guerra civil, la Guerra de los Supremos”. A pesar de éste hecho, el Arzobispo Mosquera condenó este hecho violento y procuraba la cordialidad entre los granadinos y la sumisión a las leyes constitucionales por medio de pastorales, pero no pudo apaciguar los ánimos de los rebeldes. Así pues:
El Arzobispo Mosquera no había sido un mero espectador de la amenaza de la guerra civil. El 23 de febrero de 1840, hizo publicar una pastoral condenando a aquellos que habían utilizado la religión como medio de violencia. Para Mosquera, la verdadera instrucción religiosa enseñaba la obediencia a la autoridad civil debidamente constituida. Esta interpretación de las enseñanzas de la Iglesia, lo llevó a condenar las rebeliones en general, y la Guerra de los Supremos en particular. Esto coincidía con su creencia de que el orden era un requisito indispensable para el progreso. 
Otra versión que confirma lo sucedido en la Guerra de los Supremos, la expone Gonzalo Sánchez Zuleta. Por petición del Señor Obispo de Popayán, Salvador Jiménez de Enciso, se aprobó la medida del Congreso de 1839 que dictó una ley donde suprimía cuatro conventos en la ciudad de Pasto, destinando la mitad de los bienes al fomento de las misiones de Mocoa y la otra mitad al fomento de la educación de la provincia de Pasto, pero al momento de ejecutarla el pueblo se sublevó. El Arzobispo de Bogotá agotó todos los medios para evitar males mayores y a través de pastorales como la expedida el 23 de febrero de 1840, “Pastoral sobre la sumisión y obediencia a la potestad civil”, expuso la obligación de acatar y respetar al gobierno legítimamente constituido, condenando a quien tomara las armas para oponerse al gobierno que presidía el doctor Márquez utilizando la fuerza y la revolución.
Monseñor Mosquera siempre estuvo dispuesto a mantener una relación cordial y amistosa con el poder civil, actitud de acatamiento que le profesaba al Estado manteniendo una política de solidaridad, como en el episodio ocurrido en la Guerra de los Supremos. Relaciones que poco a poco entrarían en contradicción con el devenir histórico propio de las naciones y que conllevarían a tiempos conflictivos de carácter político y religioso que, con los años, se fueron agravando a partir de las leyes promulgadas contra la Iglesia, como la ley de desamortización, ocurrida en el año de 1861, la inspección de cultos, y otras que trajeron una discordia entre la Iglesia y el Estado de la Nueva Granada hasta la consolidación del Concordato en 1887.

1.20.2014

Un discípulo acudió al maestro para preguntarle…

-Maestro, ¿cuánto vale un ser humano?
El maestro no respondió a la pregunta, se limitó a sacar de uno de sus bolsillos un diamante y decir a su discípulo:
-Ve al bazar y pregunta a varios comerciantes cuánto vale este diamante. Pero... ¡No lo vendas! Después vienes a verme y me cuentas cuánto te han ofrecido por él ¿De acuerdo?
-De acuerdo maestro-.
Maestro, fue al bazar, presentó el diamante a un vendedor de verduras y le preguntó cuánto le darían por la joya.
-Te podría ofrecer hasta cuatro kilos de patatas-.
El discípulo acudió a una cacharrería y el propietario le dijo:
-Por este diamante te podría entregar unos potes de bronce y dos cubos de latón-.
Después, el discípulo acudió a una bisutería. El dueño, tras examinar el diamante, dijo:
-Por este diamante te puedo ofrecer un collar y unos pendientes de acero-.
A continuación el discípulo se dirigió a un joyero, que cogiendo el diamante en sus manos, le dijo:
-Por esta joya podría ofrecerte una buena suma de dinero-.
Decidió finalmente ir a la joyería mejor del bazar. El dueño era un gran joyero y, después de examinar con lentitud el diamante, comentó:
-Amigo mío, este diamante no tiene precio. ¡Su valor es realmente incalculable! ¡No hay suma de dinero que pueda adquirirlo!-
Cuando el discípulo le contó al maestro todas sus gestiones, éste le dijo:
Creo que ya no hace falta que te lo explique... Tú mismo te habrás dado cuenta. 
El valor de un hombre depende siempre de quien lo “tase”.
“El ser humano, considerado como persona, está situado por encima de cualquier precio, porque, como tal, no puede valorarse solo como medio para fines ajenos, incluso para sus propios fines, sino como fin en sí mismo; es decir, posee una dignidad (un valor interno absoluto), gracias a la cual infunde respeto a todos los demás seres racionales del mundo, puede medirse con cualquier otro de esta clase y valorarse en pie de igualdad.”
Esta reflexión para que desde ya pongamos los cinco sentidos en nuestras actuaciones y no nos dejemos manipular por la codicia, ni por la avaricia, permitiendo que con un almuerzo, traten de comprarnos las conciencias y que después no podamos reclamar acciones en beneficio de las comunidades porque nuestro valor se ha comprometido en uno de esos actos públicos incitadores, que no nos quede el remordimiento para nuestros hijos y el relevo generacional.

1.13.2014

Bienvenido el 2014, saludo desde El Periódico

La llegada del año 2014 a más de representar un nuevo amanecer para muchas familias colombianas, debe llevarnos a que comencemos por hacer un análisis o recuento de lo que hemos vivido en experiencias, lecciones, momentos agradables, contratiempos y todo lo que nos pudo ocurrir bueno y malo, para aplicarlo como una experiencia aprendida que nos ha dejado el año 2013.
Estamos ya recibiendo el año 2014, que significa año de profunda espiritualidad y, según los orientales, es el año del Caballo de madera. Año de sabiduría, año de búsqueda de Dios y de los valores espirituales eternos.
Pero esa búsqueda no debe hacerse de manera independiente o de cada uno por su lado, se requiere de la unión familiar, de grupo, de sociedad, en comunidad y es a ello a lo que los colombianos debemos apostar para encontrar la tan anhelada Paz. El cuerpo directivo, periodístico, columnistas, reporteros gráficos, el departamento de comercialización,  departamento creativo, voceadores, elevamos al Todo poderoso oraciones para que en cada rincón de la amplia geografía colombiana trabajemos de manera unida en la búsqueda de una paz, para que cesen los conflictos armados, la violencia, la intolerancia, la desigualdad social, y que brille en todos los hogares la luz de la esperanza, el amor, el diálogo y el entendimiento.
A nuestros pautantes, al comercio bugueño y regional, deseando éxitos en cada uno de sus buenos propósitos e ideales, poniendo de manifiesto al Semanario El Periódico como el medio escrito que desde hace 12 años ha venido impulsando la economía en todas sus facetas.
Para este 2014, una vez más nos ponemos al servicio del comercio, la famiempresa, la microempresa, y todos los sectores que mueven la economía sin distingo alguno, a fin de que continuemos con esos lasos de amistad y de unión comercial.
A nuestros miles de lectores, a quienes nos debemos en igual porcentaje, queremos agradecerles por la gran deferencia que han tenido durante estos 12 años los cuales cumplimos en el 2014, son ustedes un gran pilar en el devenir de este medio periodístico.
A nuestros distribuidores en cada uno de los puntos de venta, agradecerles por la preferencia con el Semanario El Periódico, un medio periodístico que siempre ha tenido como visión, el fortalecimiento de la sociedad y del comercio, como ejes motores del sistema.
A todos en general, incluyendo los colegas medios radiales y de televisión local y regionales, expresarles nuestros sinceros agradecimientos por tenernos en cuenta, y reiterarles el gran compromiso que tenemos en la seriedad, objetividad, transparencia y responsabilidad en  los escritos, los que se basan en la información, divulgación, análisis, la consulta y diversos temas de orientación, pasatiempos, notas sociales, entretenimiento para todas las edades.
El periodismo ha estado inmerso en la sociedad desde tiempos inmemoriales y se ha convertido en parte vital de la misma, debido a que por el periodismo ha sido posible saber lo que ha sucedido antes y ahora, y puede prever un futuro. El periodismo, gracias a su capacidad de registrar y reflejar la sociedad, termina por retratar los acontecimientos presentes y futuros, ya que con su objetivo de informar difunde ideas para que las personas puedan tomar una posición frente a acontecimientos, grupos o individuos.

1.07.2014

Los colombianos de a pie VS e l salario máximo de los congresistas

Luego de la gran discusión y el malestar generado por la prima especial de servicios otorgada por Santos al Congreso, y la reciente declaración del vicepresidente Argelino Garzón donde solicitó al Gobierno actuar con la misma generosidad que tuvo con los congresistas, en menos de un mes y medio mientras se estuvo negociando el salario mínimo, la pelotera por la suerte de su monto final para el próximo periodo laboral se puso al rojo vivo.
Y que no se le ocurra a Santos seguir afirmando a boca llena que aumentar considerablemente el salario mínimo en Colombia significa aumentar el desempleo, porque es un insulto a nuestra pobre clase trabajadora; cínica afirmación, teóricamente posible, pero propia de un burócrata al que no le ha tocado aguantar nunca en su vida necesidades reales.
¿Se inclinó Santos a pensar siquiera en reducir los topes de los salarios máximos vigentes, o en determinar a cuántos colombianos se les podría pagar el salario mínimo con el sueldo de un congresista, antes de devolverles el dinero que justamente les habían quitado?.
No lo hizo porque él no piensa en los pobres, porque son maleables y se les embauca fácilmente; piensa es en los ricos, en los que reciben su deliciosa mermelada y que son peor de maleables, pero con poder electoral. Casi cuarenta colombianos podrían recibir un salario mínimo con el sueldo de un congresista. Congresistas que no hacen nada, a excepción de un puñado.
El rechazo social generado por la restitución del dinero (prima especial de servicios) que los congresistas habían perdido con la eliminación de las primas de localización y de salud a través de un fallo del Consejo de Estado, se argumenta por parte del Gobierno en que la decisión del alto tribunal afectaba los ingresos de 1.900 empleados públicos.
Pero no, es mermelada purita para que nuestros “honorables” congresistas se venden los ojos ante las leyes que el alto Gobierno impone a los colombianos para darle continuidad al proyecto de permanencia en el poder de uno de los peores presidentes que hemos padecido, sin duda el más mentiroso.
Para el colombiano “de a pie”, que recibirá en el 2014 un salario mínimo mensual de $688.000 incluido el subsidio al transporte, la jugada de Santos fue una de las peores, y no es para menos, en el país, según la revista Dinero, el 5,7 % de los ocupados recibe ese ingreso, es decir 1.166.565 trabajadores; peor aún, el 85,7 % de ocupados reciben dos salarios mínimos o menos, o sea 17.005.747 personas.
Nuestra circense realidad no da esperanza para la base trabajadora en 2014, pues cuando reciban el degradante aumento, deberán 200 veces su monto, porque el ciudadano “de a pie” preso de las leyes económicas, con el estómago y la billetera vacíos, se endeuda sin tener certeza de cómo va a pagar, mientras que algunos congresistas aseguran que sus sueldos son insuficientes.