8.29.2016

Tratados de libre comercio ponen en desventaja el agro colombiano

Como consecuencia de la entrada en vigencia de los diferentes tratados de libre comercio – TLC-, entre los gobiernos de Colombia y de Estados Unidos, una ley impide a los campesinos almacenar semillas y permite solo la compra de semillas  “certificadas”.
A lo largo de los años, Colombia ha evidenciado las diferentes manifestaciones de origen campesino y agrario por las nefastas consecuencias que ha traído consigo la entrada en vigor de los diferentes tratados de libre comercio, TLC, principalmente con el gobierno de Estados Unidos, donde se privilegia la incursión de grandes comercializadoras de alimentos y semillas genéticamente modificadas, OGM, pasando por encima de los intereses de los pequeños agricultores.
Las manifestaciones se han presentado en diferentes puntos del territorio colombiano, por grandes conglomerados de sectores importantes como los cafeteros y los arroceros, sumándose otros sectores como el del transporte, evidenciando que este es un grave problema que no solamente afecta a los campesinos, sino que afecta a toda una sociedad, lo que expresa una situación generalizada de desigualdad social y total riesgo a la salud pública.
En ese orden de idas, el foco fundamental de las protestas de los campesinos es la Resolución 970 del 10 de marzo/2010, del Instituto Colombiano Agropecuario – ICA, esta ilógica resolución prohíbe a los campesinos almacenar las semillas criollas nativas de sus propias cosechas para siembras futuras, permitiendo únicamente la compra de semillas “Certificadas”, un recurso legal en el que se favorece sólo a las empresas multinacionales como: Monsanto, Dupont y Syngenta, las más importantes en el mercado de los alimentos de Pesticidas y Transgénicos OGM a nivel mundial, y que manejan más presupuesto que todos los países de Latinoamérica y el Caribe juntos.
Para los campesinos colombianos, obviamente esta medida atenta contra una de las prácticas más ancestrales de su agricultura, sumado a eso, se generan graves daños al campo, el medio ambiente y aún a la salud humana que conlleva el cultivo, distribución y consumo de alimentos altamente contaminados por Pesticidas y/o genéticamente modificados. Lo que es más alarmante, es que esa Ley increíblemente establece sanciones económicas y de cárcel para los productores rurales que almacenen sus propias semillas.
En ese sentido, podemos evidenciar como la situación Agraria de nuestro país va en gradual decaimiento, gracias a las equivocadas políticas aperturistas Neoliberales que prevalecen y priorizan los intereses de grandes monopolios de multinacionales del agro y grandes empresarios intermediarios, sin importar la seguridad y ante todo la soberanía  alimentaria y nutricional de todos los colombianos. Esperamos que con los nuevos acuerdos agrícolas entre el Gobierno y las FARC en el Post-conflicto, este exabrupto quede derogado, pues no se concibe desde ningún punto de vista razonable.

8.22.2016

Normas de urbanidad que nunca se deben archivar u olvidar

Queremos que nos vean como una generación progresista y abierta, pero a veces no sé qué pensar sobre lo que es progreso y evolución, sobre todo cuando salimos a la calle.
Cuando lo hacemos convivimos con estilos, gente, voces familiares o desconocidas, caminamos para ir al trabajo, paseamos a nuestro perro y saludamos a nuestros vecinos, y hay que tener en cuenta que en ese tiempo muchas personas se encargan de mantener limpio el espacio público, de recoger y ordenar.
En alguna ocasión a causa de las prisas no le doy importancia al comportamiento de otros, pero otras, sinceramente, me es imposible, ya sea porque alguien se olvidó de su cultura en casa, o porque simplemente ésta se perdió en la comodidad de que otro recogerá lo que dejamos en el suelo, pues para eso pagamos impuestos.
Normas básicas, como: No tirar basura en espacios públicos, siempre hay una papelera si se busca; Recoger lo que dejamos en playa, paseos y botellones (al día siguiente los niños juegan en el parque y son propensos a cortarse con posibles cristales rotos); No arrojar las colillas del cigarrillo o chicles al suelo, la calle no es un cenicero enorme.
Al pasear al perro, siempre recoger sus desechos, la gente no tiene por qué aguantar esto, la calle es para caminar no para saltar obstáculos.
Si vamos en el trasporte público, no hay que hablar alto, ni dejar los bolsos sueltos para que golpeen la cabeza de nadie, hay gente que viene de largas horas de trabajo.
Se dice que es mejor perder un amigo que una tripa, pero si hay otros 5 pensando lo mismo en un autobús, no será un viaje muy gratificante.
No escupir en la calle, con la excusa de que tienen gripe o no pueden aguantarse, da mucho asco, imaginemos que lo hacen en el suelo de nuestra casa.
Respetar el paso de peatones, dejar espacio para que caminen los transeúntes.
Me encanta el arte, pero que se haga de los portales un arte sin sentido con grafitis sin mensaje, hacen una ciudad sin estética y sucia.
Respetar los estatutos de vecinos, no se puede colgar un cuadro a las 12 de la noche, y menos un domingo.
No orinar en espacios públicos, es de muy mal gusto, una costumbre más propia de hombres que de mujeres, si ellas se aguantan, creo que nosotros podemos.
Y un largo etcétera, a medida que avanza la tecnología me parece que se deteriora una parte del comportamiento social que debería avanzar de igual forma. Hay que pensar en los demás, preocuparse por el sentido de pertenencia, las cosas están para disfrutarlas y mantenerlas, así otras generaciones podrán hacer lo mismo. 
Cada día debe ser una muestra de ello, la limpieza y cuidado no sólo depende de los trabajadores que estén contratados, sino de todos, por algo se dice que no es más limpio el que más limpia sino el que menos ensucia.
Las normas urbanas que nunca hay que olvidar se resumen en las que no incomoden a mi vecino, en lo que nunca hago en mi casa y por tanto no haré fuera de ella.

8.16.2016

Por un manual contra el matoneo, la opinión en Colombia se encuentra dividida

Las afirmaciones de que “no se nace siendo hombre o mujer” y la sugerencia a los colegios de no usar las palabras “moral” y “buenas costumbres”, encendieron uno de los más álgidos debates en tiempos recientes.
Pocas veces un debate educativo había despertado tantas pasiones como el de la llamada “educación de género”. El pasado miércoles miles de personas protestaron en diferentes ciudades del país por lo que ellos consideran una imposición del Ministerio de Educación en la libertad de cátedra. Las marchas fueron convocadas por la iglesia católica, las iglesias cristianas, rectores de colegio y padres de familia. Sus voceros aseguraron que no están de acuerdo con la forma como el Gobierno ha adelantado el proceso de revisión de los manuales de convivencia de los centros educativos.
La iniciativa no es propiamente del Ministerio de Educación. El año pasado, la Corte Constitucional, emitió una histórica sentencia en la cual obligó la revisión de todos los manuales de convivencia de los colegios para evitar el matoneo. El Alto Tribunal le dio esa orden al Gobierno por cuenta del caso del estudiante Sergio Urrego; el joven de 16 años se suicidó en el Centro Comercial Titán Plaza, por cuenta de la discriminación que vivía por parte de sus profesores. El colegio tuvo que pedir perdón en un emblemático acto al que asistieron ministros, congresistas y el entonces fiscal general. Y desde ahí el ministerio quedó obligado a promover el cambio de los manuales para evitar la discriminación y otros estudiantes vivieran lo mismo que Sergio Urrego.
Para ese proceso, el Ministerio de Educación hizo con convenio con el UNFPA (Fondo de Naciones Unidas). El organismo, a su vez, hizo otro convenio con Colombia Diversa, la organización por décadas ha promovido los derechos relacionados con la diversidad sexual.   
Uno de los productos finales fue la “Guía Ambientes Escolares Libres de Discriminación”, que hoy es objeto de controversia. El libro tiene en su portada los logos del Ministerio de Educación, el eslogan del gobierno “Todos por un nuevo país”, el Unfpa y el Pnud (Fondo de Naciones para el Desarrollo)”.
Los contenidos del manual generaron un álgido debate. En uno de sus apartes sostiene que “no se nace siendo hombre o mujer” pues la identidad de género es una construcción de la sociedad. También se señala que los colegios deberían evitar incluir en sus manuales los conceptos de “moral y buenas costumbres”, que no está bien prohibir las expresiones de afecto entre los estudiantes dentro de las instituciones educativas y que no hay que imponer un uniforme (falda para las niñas o pantalón para los niños).  
En Colombia, paradójicamente la polémica comenzó con lo que al principio parecía una anécdota política. En un debate en la Asamblea de Santander, la diputada Ángela Hernández, dio unas polémicas declaraciones en las cuales rechazaba lo que ella consideró la “colonización” de la comunidad LGBTI en la educación de los niños. Hernández soltó frases exageradas, entre las cuales unas eran falsas y otras discriminatorias. Aseguró, por ejemplo, que había que construir colegios sólo para niños con orientación diferente.  
Y desde ahí, el tema no ha parado de crecer. La semana pasada, en Internet comenzaron a circular mensajes con unas supuestas cartillas sexualmente explicitas que se estarían repartiendo en los colegios. La ministra de Educación, Gina Parody, aclaró que quienes quieren desinformar sobre el tema “tomaron una revista porno para hacer las falsas cartillas”. Los libros estaban en inglés y eran evidentemente falsos dentro del contexto de esta discusión, pero su distribución por las redes sociales le hizo un daño enorme a un debate que debería tener la mayor altura posible.  

8.08.2016

Superación de la violencia, implica compromiso y entrega

La violencia en Colombia ha adquirido tal preeminencia que se ha convertido en una estructura de comportamiento y en una estrategia de socialización. Vivimos una cultura de la desconfianza que, junto con la guerrilla y otros factores, ponen en peligro la construcción democrática de la nación. Frente a ello, una pedagogía de la convivencia, una insurgencia desarmada, la ternura, el cultivo de la singularidad y el respeto por la diferencia, pueden ser los caminos para afirmar la civilidad, construir la paz y afianzar la democracia.
La violencia aparece como una estrategia de socialización que busca modificar comportamientos por el terror, a la vez que se propone el aplastamiento de la singularidad y la eliminación de la diferencia. Al bloquear las reacciones espontáneas que tenemos en nuestras relaciones interpersonales y limitar las actitudes de afianzamiento y apropiación de nuestra propuesta vital, la violencia actúa como dispositivo generador de sufrimiento e impotencia. Fenómenos como la impunidad, la desaparición forzada, el desplazamiento y la inseguridad, derivados de una violencia creciente y una guerra irregular, se convierten en causa de sufrimiento psicológico y social, generando un sentimiento creciente de impotencia y agresión contenida que afecta de manera negativa a los procesos de participación ciudadana y afianzamiento democrático.
La violencia es efectiva en tanto nos roba la alegría, la confianza en nuestras creencias y valores, en la posibilidad de una cultura democrática. De manera inmediata, lo que busca la acción violenta es restar fuerza a la víctima para obtener una ventaja política, un dominio en el campo del poder, un opacamiento de la capacidad del ciudadano para reaccionar frente a la arbitrariedad y la muerte. Más allá de las justificaciones que puedan tenerse para ejercerla, la violencia actúa a nivel interpersonal como mecanismo perpetuador del sufrimiento y a nivel económico y social como legitimadora del negocio de la guerra. El impacto que genera la violencia conmociona de manera simultánea la capacidad de individuos y grupos para alcanzar el bienestar psicológico y su capacidad política para afirmarse en un proyecto democrático de construcción de ciudadanía.
Desbloquear este sufrimiento y reaccionar contra el poder cotidiano de la violencia se convierten con frecuencia en un círculo vicioso, pues no parece existir alternativa diferente a exhibir comportamientos guerreros, generando ante las fuerzas que nos apabullan aparatos de muerte que perpetúan las cadenas del maltrato, la sumisión y la impotencia. Asaltados por un ímpetu vengador, pretendemos resarcirnos de la ofensa, levantando en alto la bandera de la dignidad, para que el ofensor pase a ocupar el lugar del ofendido. Establécese así un equilibrio precario que paga el precio de producir nuevas ofensas y humillaciones, nuevas formas de perpetuar la cadena de violencia.
Cultura de la desconfianza: Parece existir en Colombia una larga tradición de solucionar nuestros conflictos recurriendo a las armas, una dificultad para abordar nuestros problemas sin pasar por la eliminación del adversario. Aún hoy, una persona armada goza de más prestigio que un ciudadano desarmado. Hasta hace pocos años, los partidos históricos -liberal y conservador- alimentaban ese ímpetu guerrero, pues se consideraba un asunto relacionado con la sangre y la familia, defender la permanencia de uno de ellos en el poder. Curiosamente, desde el momento en que estos partidos pactaron la convivencia, han sido otros colombianos los que se han armado para oponerles resistencia.
Aún hoy, ante el estallido de cualquier crisis vecinal o la confrontación de estructuras de poder grandes o pequeñas, los colombianos seguimos dando primacía a las salidas armadas. Somos un país que durante décadas ha concedido un estatuto honroso al insurgente, imagen heredera de las innumerables guerras civiles que desde su nacimiento desangran a la nacionalidad. 

8.01.2016

Guadalajara de Buga, un destino para disfrutar

Con una población superior a los 140.000 habitantes, Guadalajara de Buga es uno de los principales sitios de visita del suroccidente colombiano por su agradable clima de 23 grados centígrados y su Basílica del Señor de los Milagros, un espectáculo arquitectónico y religioso. Es una de las pocas ciudades del mundo que cuenta con catedral y basílica.
El Ministerio de Comercio Exterior incluyó a Buga en la Red de Pueblos Patrimonio, una distinción que responde a décadas de atención nacional y mundial por la belleza del municipio, que fue fundado hace 461 años.
En 1959, el centro histórico de Buga fue declarado Monumento Nacional y en 1996, en virtud de la ley de turismo, ingresó al Circuito Metropolitano Turístico en el Valle.
En el centro se puede destacar la belleza arquitectónica de la Catedral de San Pedro, de la casona de la familia Salcedo Materón, de la sede de la Universidad del Valle, la Casa de la Cultura y la iglesia de Santo Domingo.
Buga entra a compartir honores con pueblos de gran riqueza patrimonial como Mompox, Aguadas, Barichara, Girón, Jericó, Santa Fe, Guaduas, Honda,  Lorica, Monguí y Villa de Leyva.

Buga, un destino imperdible:
La ciudad, ubicada a 73 kilómetros de Cali y a 119 kilómetros del puerto de Buenaventura,  recibe al año cerca de 3 millones de visitantes que llegan a la ciudad atraídos por su ambiente devoto y sus aires patrimoniales. Por eso el turismo es uno de los motores principales de la economía bugueña.
Fundada en 1555 por Giraldo Gil de Estupiñán, Buga es uno de los destinos más apetecidos por los viajeros, en especial en materia de turismo religioso, al contar con templos como la Basílica del Señor de los Milagros, la Catedral de San Pedro Apóstol y la Capilla de San Francisco.
Otros atractivos del municipio son el Parque Nacional Natural Las Hermosas, la Reserva Natural Laguna de Sonso, el bosque seco El Vínculo, el Parque Regional El Vínculo y el Parque Monumento El Faro.
En Buga también se puede disfrutar de la diversidad gastronómica del Valle del Cauca con platos típicos como el manjar blanco, el champús o el cholao.
Entre los eventos más destacados del municipio sobresalen el Encuentro Internacional de Historias y Leyendas, el Encuentro Nacional de Danzas Folclóricas, el Encuentro Internacional de Coros Corpacoros, la Feria de exposición agropecuaria durante la cual se realiza el desfile de comparzas culturales. La Semana Santa también trae para los feligreses grandes procesiones y multitudinarias actividades religiosas.
La fertilidad de sus suelos permite cultivar algodón, soya, maíz, millo, café, cebada, caña de azúcar, cebolla, plátano, fríjol, papa, yuca, cacao, sorgo, hortalizas y frutas.
El sector turístico está muy desarrollado y cuenta con buena infraestructura que acoge la gran afluencia de peregrinos a la centenaria Basílica donde se venera la imagen del Cristo Milagroso, además de los atractivos naturales, la arquitectura colonial, las ferias y fiestas, y los eventos culturales.
En la industria bugueña sobresalen la cristalería, la producción de concentrados para animales, aceite y grasa, y café, y la producción avícola.