10.26.2009

Los descaros de un gobierno manipulador y absorbente

Los colombianos en general no han tomado con tanto humor este robo descarado de los recursos públicos del campo colombiano, para beneficiar unas pocas familias de algunos departamentos de Colombia, con la disculpa que se iba a proteger a los campesinos nacionales de la entrada en vigencia de un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos que aún no se aprueba.
Sorprende que muchos analistas y medios se asombren por la forma en que algunos particulares en forma aberrante se apropiaron de la plática de todos los compatriotas. Agro Robo Seguro no es más que un instrumento más de las políticas de este gobierno que buscan concentrar la riqueza nacional en unas pocas manos a través de decisiones oficiales, que contribuyen a aumentar los ya escandalosos niveles de desigualdad en Colombia. Nuestra nación es hoy la segunda más desigual de América Latina, que es a su vez el continente más desigual del mundo, por encima de la propia África. Agro Robo Seguro no es nada distinto a los subsidios a floricultores y bananeros por la revaluación del peso, al inequitativo esquema de zonas francas inventado por este gobierno que permite a las grandes empresas pagar solo el 9% de impuesto de renta, a las denominados contratos de estabilidad jurídica a los más grandes de los grandes empresas, a las exenciones a los palmeros y hoteleros, al modelo que se pretendía imponer en Carimagua, en fin, hace parte de ese paquete general que Uribe llama “confianza inversionista” , constituido por todas estas políticas que tienen como propósito fundamental privilegiar a los poderosos y condenar a los pobres a su condición. Nunca antes un gobierno en Colombia había dedicado el estado de esa manera a generar desigualdad y a dejar claro que los pobres así se deben quedar y los ricos deben acrecentar su patrimonio, a ver si en algún momento se compadecen de los que no tienen y les tiran unas cuantas migajas.
Para no hablar de la ley de flexibilización laboral que eliminó horas extras y recargos nocturnos a los trabajadores o la liquidación de los hospitales públicos para entregarlos a los grandes pulpos de la intermediación financiera de la salud de los colombianos. Por eso no debe aterrarnos esta última manifestación de una política que ha sido coherente y sistemática. Resulta, eso sí triste, que la sociedad colombiana, sus estratos medios y populares, se hayan resignado a su suerte en nombre de la derrota final de las FARC. Es tan grande el odio de los colombianos a las FARC, que se lo han ganado merecidamente, que perdonan todos los excesos y los atropellos del gobierno, con tal de no dejar levantar cabeza a los antiguos subversivos y hoy terroristas de las guerrillas.
Una sociedad que no se inmuta por los asesinatos selectivos cínicamente denominados falsos positivos. Una sociedad que no se escandaliza frente a las chuzadas ordenadas desde el Palacio de Nariño a opositores, periodistas y magistrados. Una sociedad a la que no importa que los delincuentes tengan entrada libre a la sede presidencial. Una sociedad a la que parece no mortificarle que los hijos del jefe de estado aprovechen su condición para obtener beneficios particulares. Una sociedad que no se ha inmutado por el hecho de que a los más ricos del campo les regalen plata del estado, mientras que 3 millones de desplazados por la violencia y despojados de sus tierras por los violentos llevan años esperando en vano que les restituyan sus tierras y el gobierno mismo hunde una ley de víctimas que garantizaba esta restitución.
En fin, la gran pregunta que nos hacemos muchos incrédulos hoy es si esta barbaridad cometida por el Ministerio de Agricultura y el Gobierno en general, hará despertar de una vez por todas a una sociedad anestesiada, como a veces pareciera que sucederá, o simplemente se trata de otra burbuja más que se eleva ahora y bajará en pocos días. Y la inmensa mayoría de colombianos, aquellos que trabajan día a día para salir adelante en la vida sin la ayuda de nadie, seguirán igual de complacientes y resignados, mientras los poderosos de este país se reparten el estado a pedazos en forma cada vez más descarada y abusiva. Amanecerá y veremos.