11.24.2014

Alboradas con pólvora, celebración, bienvenida o para desgracias

Está bien querer iniciar esta bonita temporada del año de una manera festiva, pero está mal, muy mal, la utilización de pólvora, una costumbre “mafiosa” y un riesgo incalculable para las personas, en especial para los niños. La pólvora es muy peligrosa y al mezclarla con licor, se aumentan las posibilidades de accidentes que dejan dolor, pérdidas y huellas de por vida. Ojalá muchos ciudadanos recapaciten y vivan una alborada festiva, en familia, sin excesos ni peligros.
Desafortunadamente ese momento de alegría está cruzado con una nube inmensa de humo proveniente de la quema de millones de pesos en pólvora que enrarecen y ensordecen el ambiente. Uno de pequeño jugaba con totes y chorrillos y eran peligrosos; ahora cuando se escucha el estallido de los famosos voladores, tacos y demás artefactos de la pirotecnia moderna, es que uno entiende que estamos jugando con dinamita. Pese a la prohibición y reglamentación de uso de pólvora, el mercado negro inunda las ciudades generando además de la contaminación ambiental un trágico escenario en los hospitales de la ciudad. Es así como empieza un trágico conteo de victimas de quemaduras con pólvora que aumenta progresivamente a medida que transcurre el mes en el que supuestamente todos estamos prestos a celebrar y disfrutar con nuestras familias y vecinos.
Todas las miradas y opiniones conducen a una conclusión: la quema de pólvora es más el daño que produce que el placer que genera, y las principales víctimas son los inocentes, los niños.
Las alboradas nacieron en 2003, cuando los jefes del Bloque Cacique Nutibara de las Autodefensas, lideradas por Diego Fernando Murillo, alias “Berna”, celebraron con sus militantes con cientos de voladores y papeletas su desmovilización.
Y no fue poca la cantidad. Los mismos capos repartieron su arsenal en los barrios populares, especialmente en las comunas 8 y 13 de Medellín. Una demostración de poder que quedó arraigada en la ciudad, se extendió al Valle de Aburrá y prácticamente cada medianoche del 30 de noviembre, el cielo se pone gris por las cantidades tan alarmantes que se queman. No obstante, en municipios como Bello desde tiempo atrás cientos de personas han celebrado con comparsas y voladores la llegada de diciembre.
Mejor invitemos a que no se bote la plata en papeletas y voladores, silbadores, tronantes, sapas, culebras, tumba ranchos y otros, sino en dar regalos a niños, sonrisas, compartir con amigos, familiares, vecinos, allegados “darles sonrisas en vez amarguras”.
Y quién lo creyera, los animales también ponen su cuota de sufrimiento, para ambos, un evento en particular se volvió traumático por las secuelas que deja, muchas veces irreparables, pero que a pesar de ello cada año gana más fuerza. Perros, gatos, loros, tórtolas, equinos y demás, también sufren las consecuencias de la alborada y en general de la Navidad, cuando se quema pólvora por cantidades.
Los veterinarios explican que los ruidos de la pólvora son muy fuertes y como no son dentro de un ambiente natural, afectan fuertemente a los animales: “son ruidos introducidos, eso les genera aumento en catecolaminas, les da estrés y aumenta su frecuencia cardiaca y respiratoria”. Dicen que estas fechas reciben muchos pacientes en shock que, en muchos casos, no se pueden controlar y mueren, como es tan fuerte y seguido el ruido, se pasa de un susto que el organismo no es capaz de regular, al sufrimiento”. En perros y gatos hay control con gotas y otros elementos médicos, pero la fauna silvestre, que no tiene asistencia médica, se afecta de manera fuerte. Muchas aves mueren en la huida, impactadas por las explosiones.
En contraste, la pólvora se sigue produciendo y vendiendo. La alborada es una oportunidad de negocio que no se desaprovecha, mientras en los hospitales se aloja el dolor de los quemados en esa noche de “bienvenida” a la Navidad.