11.10.2014

Ética y moral con dignidad social para Colombia

Sinceramente que cuando se piensa que las cosas en Colombia van a cambiar, sin un cambio de mentalidad y paradigmas, sin un verdadero y profundo replanteamiento de los aspectos éticos y morales en la clase dirigente y empresarial, y una tolerancia por parte de los grupos rebeldes y al margen de la ley, es claramente una forma de engañarnos a sí mismo. Ni aun con la legislación más adecuada se logrará que esto cambie, a menos que los asociados (colombianos que conforman el Estado) deseen cambiar de mentalidad y actitud. Pero como queremos que los demás cambien sin nosotros haber cambiado, damos por sentado que operamos bien y estamos comportándonos bien. Bajo el disfraz, los buenos somos más, nos escudamos, creyendo, no sé si ingenua o ignorantemente que los malos son apenas los que matan, secuestran, extorsionan, los que roban en las calles, los que hacen terrorismo de fusil, pero se olvidan de que con mil millones de pesos (que es cosa menuda robárselo, aquí en Colombia) tranquilamente se podría resocializar a gran cantidad de delincuentes, terroristas y ladrones de la calle. Se olvidan que entidades como Caprecom, Telecom, Foncolpuertos, Seguro Social, entre otras que han sido asaltadas y robadas, han generado problemas que difícilmente se resolverán estos años, y que muchos de los que salen a aclamar “Los buenos somos más”, participaron directa e indirectamente de eso. Es tanto la degradación, que en Colombia para ser bueno sólo se necesita no aparecer en un listado de delincuente, no aparecer en las cámaras de televisión (como sospechoso), y no ser catalogado como terrorista, así se robe la financiación de la educación en todo un departamento, así se robe la financiación de la salud de 500.000 beneficiarios del SIBEN, así sea cómplice del más grande robo de la historia del País, no importa, si no hace terrorismo de fusil... o es delincuente de la calle, no se preocupe, usted es de los buenos, que disque somos más. ¿No hay aquí una urgente e inaplazable necesidad de replantear valores?.
No trato aquí de hacer apología al comportamiento salvaje y perverso que muchos ponen de presente en las calles del país, pues la perversidad no se legitima con la perversidad, ni la existencia del mal justifica la conducta maligna; pero sí es bueno dejar claro que el mal es perverso, condenable e inaceptable, no importa si lo hace el ladrón de la calle o el Ministro del Gabinete, no importa si lo hace el delincuente con un arma o si lo hace el eminente empresario al firmar un contrato leonino para el Estado y para los contribuyentes. No importa si se hace en la calle del cartucho o en Palacio de Nariño; no importa si se hace en las comunas de Medellín o en el Alpujarra; no importa si lo hace el simple y sencillo policía que es cómplice de un negocio ilícito o si se hace en la oficina de un honorable oficial de las fuerzas armadas; no importa si lo hace el delincuente con ínfulas de político o el eminente Senador con apariencia de cordero pero con mentalidad de delincuente. El mal es “mal” y es dañino, y de ningún modo aceptable, pues esconde la verdad y crea descaro y cinismo.
Estos son el reflejo de lo que hay en el fondo, estos son la punta del ICEBERG de un problema eminentemente arraigado en la mentalidad de los individuos, lo cual ha configurado un imaginario social perverso y dañoso.