10.23.2012

Las tierras del campesino siempre han sido sometidas por terratenientes

La historia colombiana infortunadamente se ha escrito con sangre y todo por la posesión de la tierra. De vieja data fue usual sacar a plomo y con terror a los minifundistas de la geografía colombiana. En principio se hizo con cargo a la Conquista y su saqueo multimillonario, luego a la Colonia y sus abusos, y para terminar se erigió una república dividida, precisamente por el poder político y económico concentrado en el valor de los terrenos. Confidencial Colombia habló con los campesinos de Córdoba y determinó que si bien el reinado del “Clan Castaño” prácticamente es leyenda, hoy su lugar lo ocupan otros terratenientes armados y sin escrúpulos con quienes es más complejo platicar o concertar. Los paramilitares continúan en esa fértil sabana amenazando, comprando conciencias y ejerciendo presiones sobre los lugareños aun con tierras o en proceso de reclamación. Hoy en pleno siglo 21, Colombia no se construye, no cambia, y por el contrario se hunde según el concepto de muchos en una ambición unilateral en donde el campesino, el que siembra y garantiza la alimentación es expulsado bajo la férula de la amenaza y el pánico. Miles, quizás millones de hombres, mujeres y niños del campo abandonaron y abandonan las actividades agrícolas y pecuarias por el poder gamonal de unos cuantos que violando los derechos humanos, sacan pecho por el poder que da ser el más rico, así esté en ese grupo de los llamados “levantados” . Con decisión, el gobierno trata de zanjar de la mejor manera un problema agudizado por narcotráfico, guerrilla y paramilitarismo sin dejar de lado la delincuencia común encarnada también en las BACRIM. El Presidente Santos, le apuesta a la restitución de tierras para saldar una deuda social de antaño. Precisamente el Ministro de Agricultura y Desarrollo Rural, Juan Camilo Restrepo Salazar, visitó la ciudad de Montería, para denunciar formalmente el despojo del que fueron víctimas más de mil campesinos en esa región del país y les anunció que aparte de sus tierras, tendrán derecho al desarrollo rural con la puesta en marcha de proyectos productivos. Allí el llamado “Clan de los Castaño” hizo y deshizo. A punta de amenazas y represión sacó de sus casas, de sus tierras y de su terruño a miles de personas. De regreso el análisis se queda en retrospectiva, la guerra de los mil días que comenzó en 1899 y culminó en 1902, cuando el país seguía por el camino de la violencia, el despojo y el desplazamiento. Avanza el tiempo y la condición de país violento se mantiene, ahora con cargo a liberales y conservadores. En los años 50 las guerrillas comandadas por Guadalupe Salcedo, en los llanos orientales asola el campo; no menos impactante fue la situación en el Eje Cafetero, Tolima, Boyacá, Cundinamarca, Santander y Valle del Cauca, en donde los fenómenos de violencia venían acompañados de prácticas execrables y repudiables, tal y como acontece por estas épocas. Pasan las terribles décadas de 80 y 90, llega el nuevo siglo y con él, la gran conclusión, Colombia es un país que se quedó atrapado en el tiempo, viviendo siempre con lo mismo y soportando la reiterada y perversa historia construida sobre pilares de ignominia e indolencia, en donde el pobre tan sólo tiene derecho a un pequeño terreno en préstamo, a callar o a ir antes de lo presupuestado a los sepulcros fértiles del camposanto o a la execrable fosa común, también propiedad de los paramilitares.