9.13.2011

La sabiduría, el poder y el entendimiento

Por un pequeño reinado de la antigüedad pasó alguna vez un sabio, que tenia la fama de resolver todos los enigmas que se le plantearan. El rey, que era un hombre de un gran temperamento, dominado de alguna manera por sus pasiones, lo mandó llamar y le pidió que le diera una fórmula para la felicidad. Entonces el sabio se retiró algunos meses hasta que volvió al reino, y le regaló al rey un anillo; junto con el anillo le regaló también la consigna de que leyera una inscripción interna (un pequeño letrero que sólo el rey podía leer) en los momentos de mayor euforia, de mayor éxito, así como en los momentos de mayor amargura, derrota y depresión.
La gente empezó a notar que el rey en sus mejores y peores momentos miraba a su anillo y leía aquella inscripción interna y que con el paso del tiempo esa costumbre lo había transformado en un hombre mas sabio y justo, con mucha mayor capacidad de gobernar sanamente, aquella comunidad. Trascendió incluso en el reino que en la inscripción interna del anillo del rey había solamente tres palabras. Cuando murió el rey los habitantes del reino quisieron saber cual era la inscripción que había transformado la historia del rey y de alguna manera la de ellos también. Fueron a ver el anillo y en su parte interna encontraron escritas estas tres palabras: “esto también pasara”. Estas palabras, en los momentos de mayor euforia y triunfo significaban para el rey la posibilidad de poner los pies en la tierra, así como en los momentos de dolor se transformaban en un símbolo de esperanza. En unos y en otros momentos le significaron la posibilidad de mirar hacia adentro y, desde el sentido del éxito interno, la ansiada fórmula de la felicidad.
Un hijo y su padre estaban caminando en las montañas. De repente, el hijo se cayó, se lastimó y gritó: “AAAhhhhhhhhhhhhhhh ! ! !”.
Para su sorpresa, oyó una voz repitiendo, en algún lugar en la montaña: “AAAhhhhhhhhhhhhhhh ! ! !”
Con curiosidad, el niño grito: “¿Quién eres tú?”
Recibió de respuesta: “¿Quién eres tú?”
Enojado con la respuesta, grito: “Cobarde!”
Recibió de respuesta:”¡Cobarde!”
Miró a su padre y le preguntó: “¡Que sucede?”
El padre sonrió y dijo: “Hijo mío, presta atención.”
Y entonces el padre gritó a la montaña: “¡Te admiro!”
La voz respondió: “¡Te admiro!”
De nuevo el hombre gritó: “¡Eres un campeón!”
La voz respondió: “¡Eres un campeón!”
El niño estaba asombrado, pero no entendía.
Luego el padre explicó:
“La gente lo llama ECO, pero en realidad es la VIDA...Te devuelve todo lo que dices o haces... Nuestra vida es simplemente reflejo de nuestras acciones. Si deseas más amor en el mundo, crea más amor a tu alrededor... Si deseas mas competitividad en tu grupo, ejercita tu competencia... Esta relación se aplica a todos los aspectos de la vida... La vida te dará de regreso exactamente aquello que tú le has dado.”
Tu vida no es una coincidencia... Es un reflejo de ti. Alguien dijo: “Si no te gusta lo que recibes de vuelta, revisa lo que emites”