6.09.2014

Navegando y pescando entre dificultades

Las instalaciones de Copescol, una de las empresas pesqueras más antiguas de Buenaventura, son hoy apenas un recuerdo. Sus bodegas, ubicadas a orillas del estero San Antonio, se utilizan ahora para almacenar carbón, un depósito que poco a poco está contaminando el estero.
De Bahía Cúpica, la mayor empresa pesquera del Pacífico de finales de los 90 y principios del 2000, no queda sino un aviso apenas visible desde el puente de El Piñal. La compañía fue cerrada en el 2008 luego de su intervención por parte de la Dirección Nacional de Estupefacientes, DNE.
Llegó a tener 50 barcos pesqueros, y a pesar de las promesas del Gobierno de reactivarla, su naufragio es casi seguro.
Similar suerte han corrido Arpecol, Inpesca, Marcol y Pescol, que hace dos décadas formaban parte de la cadena pesquera del Pacífico. Todas desaparecieron, y con ellas 16.000 empleos y más de 30.000 toneladas anuales de pescado.
Entonces, con el comienzo de la mejor temporada de consumo de pescado en la pasada Semana Mayor, la paradoja del sector es inmensa. En El Piñal existe un cementerio de pequeños barcos anclados en el olvido. Muchos están atrapados por el óxido, tras haber navegado en un mar de dificultades. El estigma del narcotráfico también ha sido responsable de la crisis. Una crisis que se mide en cifras: hoy, las importaciones de pescado duplican la producción en el Pacífico.
El panorama preocupa, de 35 empresas de pesca industrial, apenas quedan dos: San Francisco y C.I. Maquila, que exportan a Europa y Estados Unidos. El resto de la cadena la componen unas 15 firmas comercializadoras.
La baja rentabilidad, la inseguridad, la competencia de las crecientes importaciones de pescado especialmente de Vietnam, China, Ecuador, Panamá, Perú y Argentina, y los elevados costos de los combustibles tienen en jaque a esa industria. “En estas condiciones es muy difícil trabajar. El Gobierno debe ponerle la cara al mar y no la espalda para que no suceda lo mismo de San Andrés”, la presidenta de la Asociación Colombiana de Industriales y Armadores Pesqueros, ACODIARPE.
En efecto, hoy posee 75 naves entre camaroneras y de pesca blanca, pero sólo entre 15 y 20 zarpan a diario. El resto permanecen ancladas. Los dueños de las embarcaciones deben lidiar con altos costos de operación, el 60 % de ellos representados por combustibles.
Una faena de entre 15 y 20 días utiliza entre 7.000 y 8.000 galones de diésel, y sumando víveres y otros gastos el viaje de una tripulación de 9 personas, cuesta $30 millones. Y casi siempre el valor comercial de las capturas no compensa esos costos. El director de la Cámara de la Industria Pesquera de la Andi, Alejandro Londoño, admite que hay dificultades, tras señalar que “buena parte de la flota de barcos es obsoleta, hasta con 40 años de uso, lo que encarece su operación”. Sugiere “chatarrizar” las viejas naves y sustituirlas por otras con apoyo crediticio, pero la Presidenta de Acodiarte, Judith Segura, señala que “no es fácil, ya que los bancos no reciben en garantía un barco para otorgar un préstamo por considerar que es un riesgo”.    La crisis obedece también en parte a que el manejo de las políticas pesqueras ha sido inestable. Primero estuvo a cargo de Instituto Nacional de Pesca, luego pasó al Incoder y al ICA. Hoy, corresponde a la Autoridad Nacional Pesquera, Aunap.Esta última entidad tiene sede en el sector de La Loma en Buenaventura, pero tal es su pobreza que hasta le cortaron la energía. Por ello el local permanece cerrado.