1.24.2011

Reflexionemos sobre la violencia juvenil y en los planteles educativos

El tema de la violencia juvenil ya no es de estratos bajos, sino de todos los sectores. Estamos ante una generación que vive los efectos del narcotráfico. Hoy se piensa que valemos por lo que tenemos y no por lo que somos o sabemos. Esto ha generado altos niveles de agresividad e intolerancia.
Igualmente se debe reflexionar sobre el papel de los padres de familia, la influencia de los medios electrónicos como el Internet y la convivencia en los hogares.
Es lamentable lo que está pasando, que pretendan resolver las diferencias, que además son pequeñas, a punta de agresiones físicas.
La invitación es a los rectores y profesores a que desarrollen un proceso pedagógico de diálogo, de construcción y de democracia.
Esta mal entendida rivalidad entre los estudiantes de planteles educativos, hoy toca a instituciones que hasta entonces se mantenían al margen de esta problemática.
Detrás de los enfrentamientos hay adultos que instan a las peleas y apuestan por ello.
No podemos estigmatizar a ninguna institución, la culpa no es de los colegios. Ante la falta de afecto y de presencia de los padres, los jóvenes se están refugiando en las barriadas, que no siempre son escenarios constructivos.
El Estado debe intervenir con rapidez en la formulación de soluciones. Están más preocupados por los presupuestos, por el MIO, por las macro obras de Bogota, por el canal del Dique y lo que se esperaba con los daños por la ola invernal, que por el futuro de los jóvenes.
Por causa de la violencia, muchos padres están fuera del país, secuestrados o incluso muertos, y los adolescentes quedan en manos de los abuelos, que están para amar o mimar, pero que no ejercen una verdadera autoridad.
Los padres les dan grandes cantidades de dinero a sus hijos para que guarden silencio cuando ellos son sorprendidos con una mujer diferente a su esposa.
Para que se queden callados los chantajean o les dan premios como viajes a San Andrés o les prestan los carros.
Charlas educativas y reflexivas son algunas de las alternativas de solución sugeridas por Andedep, el Ejército y la Policía Nacional, donde los mayores vuelvan a retomar las riendas del hogar y la autoridad sobre sus hijos. Esta iniciativa vincularía más a los progenitores con el aprendizaje de sus hijos.
Este es un problema que debemos resolver todos. Hay que tratar de formar conciencia ciudadana, de que ellos (jóvenes) sepan que pueden servir a la ciudad.
Hay que programar charlas para que el estudiante reflexione y sea consciente de que la violencia no es la mejor vía para enfrentarse con los compañeros, utilizando cuchillos. Eso genera más odio.
Es momento que las instituciones brinden su ayuda, a través de personal especializado, para que nuestros jóvenes se desahoguen, reflexionen y hagan acuerdos de convivencia mediante el diálogo.
¿Qué pasa con nuestros jóvenes? ¿Son los padres conscientes de lo que sus hijos hacen y con quién anda al salir de las casas? Esas es la pregunta que hoy muchos nos hacemos.
Hay que sumarle a todo un Estado que estimula y es complaciente con el consumo de licor. Además, algunos medios de comunicación motivan y propician, tanto los consumos, como los actos de violencia. Hay carencia de autoestima y dignidad; indiferencia frente al presente y al futuro; ignorancia respecto a las consecuencias del consumo. A muchos les excita la violencia.