6.07.2016

La concentración de la tierra, la violencia y el rezago tecnológico, entre los problemas del agro colombiano

No hay que ir hasta una finca para detectar la crisis del sector agropecuario, se ve en las calles de las ciudades e incluso en los pueblos; los problemas del agro vienen en un kilo de plátano, papa o arroz y hasta en el cilantro que se comercializa en los supermercados y en las tiendas de barrio. Cualquier producto de la pequeña agricultura es un espejo de lo que le sucede al campo colombiano.
La crisis tiene un eje central. Cada vez que sale una cosecha, los precios caen y los ingresos de muchos cultivadores, especialmente de los más pequeños, no alcanzan para cubrir los costos de producción. Eso significa que miles de campesinos trabajan a pérdida o apenas para sobrevivir. 
No es posible que un campesino cultivador tenga que esperar un poco más de un año a que una mata de plátano produzca un racimo, para luego venderlo en 1.500 pesos, el problema es que ese mismo racimo cuesta unos 10.000 pesos en las grandes ciudades, o más. 
En conclusión, quien lo cultivó, preparó el suelo, sembró la semilla, hizo las desyerbas, fertilizó y recolectó la cosecha, además de que asumió los riesgos de inundación, vendaval, sequía y enfermedades y plagas, entre otras labores, y esperó más de un año para producirlo y sacarlo al mercado, al final de esta cadena recibió menos de una quinta parte del precio que pagó el consumidor. 
La situación se complica aún más para los productores que no tienen acceso a crédito bancario, bien sea porque no tienen una historia crediticia sin enmiendas o porque no les gusta acudir a la banca debido al exceso de trámites. Muchos prefieren acudir a la financiación dada por los proveedores de insumos y semillas, y soportan la deuda con la cosecha. En estos casos, los financiadores no sólo les venden los fertilizantes y los plaguicidas a precios más altos, sino que las tasas pueden llegar hasta la usura.
De otro lado, el rezago tecnológico del campo es evidente. Por ejemplo, en el caso del arroz, mientras el país produce entre 5,5 y 6 toneladas por hectárea de paddy seco, en Estados Unidos el promedio nacional es de 8,2 toneladas. Y ni qué decir de los costos. Siguiendo el caso del arroz, producir una tonelada cuesta 483 dólares, en tanto que en Estados Unidos apenas llega a 364 dólares.
La asistencia técnica está cada vez más rezagada. En la última década, el país debilitó el modelo de la Unidades Municipales de Asistencia Técnica (Umatas) y pasó a un sistema de contratación de este servicio con la empresa privada. El Ministerio de Agricultura no tiene capacidad para hacer seguimiento a la efectividad de la asistencia que prestan las empresas particulares contratadas por tal fin, y tampoco hay mucha certeza sobre las competencias de los contratistas.
A los anteriores obstáculos se suma el atraso del país en infraestructura. No se trata solamente de la falta de vías para sacar las cosechas, sino de la carencia de centros de secamiento, bodegaje y enfriamiento de productos como la leche o las frutas, para tener un manejo de inventarios que reduzca los picos de oferta y regularice los precios.
A pesar de que la comercialización es una de las mayores dificultades de la actividad agropecuaria en general, la inseguridad generada por los grupos armados al margen de la ley también tiene un impacto altamente negativo. Esto ahuyenta a los inversionistas y frena cualquier desarrollo.
Un factor importante es el de la concentración de la propiedad de la tierra, un tema que ha generado numerosas protestas campesinas, sin que aún se llegue a una solución.